Rompecabezas

Rompecabezas
Así se forma el conjunto, uniendo, como en la música, el silencio con el sonido o, como en poesía, la ingeniería con el verso. (Despedida)

jueves, 11 de abril de 2013




Los primeros 

 Bien, lo hemos logrado: España es líder internacional en descargas ilegales de música. ¡Guay! Por fin
hemos conseguido ser los primeros del mundo en algo. Y además hay que decir que no es un puesto
preeminente que nos haya caído encima de chiripa, sino que nos lo hemos venido trabajando desde el más
remoto pasado histórico, con un sostenido e indomable esfuerzo de nuestra idiosincrasia individualista. Y es
que, ¿en qué se puede decir, sin temor a equivocarnos, que estamos verdaderamente entre los más
destacados del planeta? Pues en nuestra incivilidad, señoras y señores; en nuestra apasionada elección del
propio ombligo como paisaje social; en el desdén del otro, de los derechos del otro y del espacio común.
 Ya lo decía el célebre escritor Gerald Brenan en 1943: los españoles estamos atomizados en grupos
tribales y somos incapaces de concebir lo colectivo. Y, antes que él, otros visitantes extranjeros han dado fe
de nuestra larga porfía por ocupar el más elevado puesto de la cerrilidad. "Entre ellos, los españoles se
devoran", anotaba en 1603 el francés Bartolomé Joy. Y a mediados del siglo XIX, el inglés Richard Ford
observó: "La propia persona es el centro de gravedad de todo español (...) Desde tiempos muy remotos a
todos los observadores les ha sorprendido este localismo, considerándolo como uno de los rasgos
característicos de la raza ibera, que nunca (...) consintió en sacrificar su interés particular en aras del bien
general".
 Ya digo, llevamos muchos años trabajándonos la incuria social, que ahora florece con esplendor
magnífico en la piratería a tutiplén, en las incendiarias rabietas con respecto a la ley del tabaco o en nuestro
furioso sectarismo político (solo apoyo a mi horda, lo haga mal o bien). En fin, hay que reconocer que en esto somos buenísimos.
                                                                         
                                                                                               Rosa Montero, en El País, 25/01/2011






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